Cada 16 de septiembre se recuerda un de los episodios más oscuros y crueles de nuestra historia: La noche de los lápices, el secuestro y tortura sistemática de estudiantes secundarios en La Plata durante el año 1976, a seis meses de la instalación de la última dictadura cívica militar eclesiástica liderada por Jorge Rafael Videla.
Muchos episodios políticos conmovieron a la Argentina en las tres últimas décadas, pero pocos han dejado huellas tan profundas en nuestra conciencia social como el ocurrido el 16 de septiembre de 1976 en La Plata, cuando un grupo de estudiantes secundarios que luchaban por la reincorporación del boleto escolar gratuito fueron brutalmente secuestrados y torturados durante meses en un campo clandestino de detención.
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La represión ilegal –comandada por el jefe de la Policía Bonaerense, coronel Ramón Camps, secundado por el comisario Miguel Etchecolatz– estaba haciendo estragos en la ciudad platense y uno de sus focos eran los estudiantes universitarios y secundarios de la ciudad.
Entre el 9 y el 21 de septiembre, los grupos de tareas secuestraron a diez estudiantes de colegios secundarios de ciudad, militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y de la Juventud Guevarista, en un hecho que quedó escrito con sangre en la historia argentina reciente como «La noche de los lápices». Por la noche del 16, cuando perpetraron la mayoría de los secuestros.
De los diez secuestrados, María Claudia Falcone, María Clara Ciochini, Horacio Ungaro, Claudio de Acha, Daniel Racero y Francisco Muntaner continúan desaparecidos, mientras que Emilce Moler, Pablo Díaz, Gustavo Calotti y Patricia Miranda fueron finalmente «blanqueados» por la dictadura y quedaron a disposición del PEN, como la dictadura catalogaba a los presos políticos sin proceso.
Emilce Moler, una de las sobrevivientes «ex detenida desaparecida» como suele presentarse escribió en su cuenta de Facebook recordando la larga noche de los lápices