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Por Bruno Bimbi *

En junio de 2014, mientras la atencin de los brasileos y de casi todo el mundo estaba puesta en el Mundial de Ftbol, el entonces diputado Jair Bolsonaro fue mencionado apenas seis veces en Folha de So Paulo, el segundo diario ms ledo del pas.

La primera fue el da 6, en la columna “Poder”. La noticia es tan breve e ilustrativa que vale la pena reproducirla: “El diputado Jair Bolsonaro, que ataca a los gays y defiende a la dictadura militar, fue con sus hijos al acto de apoyo al tucano”. El tucano, como llaman en Brasil a los miembros del que alguna vez fue el partido ms importante de la derecha, el Partido de la Socialdemocracia Brasilea (PSDB), era Acio Neves, entonces candidato a Presidente. El apoyo de un ridculo diputado homofbico que defenda a torturadores y quera instaurar la pena de muerte fue la nota de color de ese da en la campaa de la oposicin.

Al da siguiente, otro pequeo artculo destac una entrevista del actor ingls Stephen Fry a ese mismo personaje. “Ningn padre puede estar orgulloso de tener un hijo gay”, declaraba Bolsonaro. Las dems menciones, cerca de fin de mes: una pelea con los dirigentes de su partido, declaraciones divulgando una noticia falsa, una obra de teatro que lo citaba como ejemplo de poltico homofbico y una selfie que se sac junto a un pastor evanglico racista y un cirujano plstico. Lleg julio, Brasil fue eliminado en la semifinal por 7 a 1 y Bolsonaro no sala ms en el diario. El 13 de ese mes, las selecciones de Argentina y Alemania se enfrentaron en Ro de Janeiro en un Maracan que explotaba de gente: 74.738 personas.

Volvamos al presente con esa imagen del estadio para entender el tamao de la tragedia brasilea. Mientras escribo, los muertos por la poltica genocida del peor Presidente del mundo –aquel bufn del “bajo clero” del Congreso al que nadie tomaba en serio– son ms de cuatro veces el pblico de la final de un Mundial en uno de los pases ms futboleros: 301.087. Ms de dos veces la poblacin del barrio carioca de Copacabana.

Estn muriendo entre dos y tres mil personas por da, y un reciente informe de la prestigiosa Fundacin Oswaldo Cruz (Fiocruz) advierte que, si no se empieza a hacer con urgencia lo contrario de lo que se est haciendo, pronto pueden ser cinco mil. Todas las advertencias anteriores parecan exageradas, pero todas se cumplieron, porque se hizo todo al revs. Quien aprieta el “gatillo” es el virus, pero el autor intelectual de cada una de esas muertes es Jair Bolsonaro.

Fuera de Brasil, muchos se preguntan por qu un Presidente querra ms muertos. El historiador brasileo Michel Gherman, que codirige el Ncleo de Estudios Judaicos de la Universidad Federal de Ro de Janeiro y realiz estudios de posgrado en la Universidad Hebrea de Jerusaln, sostiene que, para Bolsonaro, el coronavirus no es un problema, sino una solucin. Por eso no se solidariza con las familias de los muertos y, en vez de enfrentar la pandemia, boicotea todos los esfuerzos para combatirla.

“Bolsonaro cree que el virus est limpiando a Brasil de ‘dbiles’; lo dijo algunas veces. Estamos hablando de un gobierno nazi, o al menos con fuerte influencia de la cultura y la esttica nazis”, afirma Gherman, una de las voces ms lcidas de la comunidad juda brasilea. Agrega que Bolsonaro va a pasar, y cuando pase, Brasil tendr que pensar cmo se “desbolsonariza”, del mismo modo que Alemania precis desnazificarse.

Muertes y ms muertes

Segundo viaje en el tiempo, un ao atrs. El 24 de marzo de 2020, Bolsonaro pronunci un discurso enloquecido en cadena nacional atacando a los gobernadores y alcaldes que haban decretado medidas de confinamiento por esa extraa pandemia que recin llegaba y an poda enfrentarse. Acus a la prensa de promover la “histeria”, dijo que el coronavirus era “una gripecita, un resfriadito” y exigi a quienes estaban cuidndose que retomaran su vida normal. El mundo entero deca: qudense en casa. Bolsonaro deca: salgan a la calle. Haba, todava, menos de cien muertos.

Algunos gobernadores haban cerrado las escuelas; Bolsonaro exigi reabrirlas. Rechaz el cierre de shoppings, bares, restaurantes y la suspensin del ftbol. El gobernador de Ro de Janeiro quiso cerrar el aeropuerto y Bolsonaro lo reabri por decreto. Tambin defendi la reapertura de las iglesias, un guio a sus aliados evanglicos que lo ayudan a desparramar sus mentiras en cada acto de culto. Convoc a manifestaciones contra las tentativas de lockdown hasta inviabilizarlas y se dedic a insultar en pblico a los gobernadores –de izquierda y derecha– que trataban de salvar vidas. Cuando los periodistas le sealaron lo que pasaba en Europa, dijo que Italia tena muchos muertos porque es “una ciudad” muy chiquita y “en cada departamento hay una pareja de viejitos”. No mueren por el coronavirus, sostuvo, sino porque son “dbiles”.

Desde entonces repiti varias veces esa idea: solo deben temer los viejos, los dbiles, los cobardes, los maricones. Los valientes salen a la calle a hacerle frente al virus. Das despus, lanz una de sus mentiras ms nocivas, copiada de Donald Trump: la hidroxicloroquina. Us la cadena nacional y transmisiones en vivo por Facebook para hacerle propaganda. En una de las manifestaciones sin barbijo a las que convoc para desafiar las restricciones, levant hacia el cielo una cajita del falso remedio, como un pastor mostrando la cruz.

A la vez que boicoteaba todas las medidas contra el virus –inclusive las de su ministro de Salud–, pona el aparato estatal en campaa para vender aquella droga, usada contra el lupus y otras enfermedades, asegurando que curaba el coronavirus. Mdicos y cientficos advirtieron que era mentira y recibieron amenazas. La hidroxicloroquina no solo cura, tambin previene, asegur Bolsonaro: bastaba tomar un comprimido por da y ya era posible llevar una vida normal, sin tapabocas ni distanciamiento. Usar barbijo es “de maricas”, dijo, y vet una ley que estableca su obligatoriedad. Recorri comercios sin proteccin y abraz a sus fieles para probar que no haba peligro.

Su gobierno lanz un spot televisivo oficial contra el lockdown con la consigna “Brasil no puede parar”. Luego usaron otra: “El trabajo libera”, ms conocida en alemn, Arbeit macht frei, la frase escrita en la entrada de Auschwitz.

A las campaas oficiales se sumaban las fake news y teoras conspirativas distribuidas masivamente por las redes y los grupos de WhatsApp, que el Presidente usa habitualmente para difamar a adversarios, defender el cierre del Congreso, promover amenazas de muerte o atacar a las minoras. El temido “gabinete del odio” que comanda Carlos Bolsonaro, su hijo ms desequilibrado, desparram diversas versiones mentirosas –inclusive contradictorias– sobre el coronavirus: no existe, es una conspiracin china, es inofensivo, los muertos son un invento de la prensa, etc. Diputados oficialistas invadan salas de terapia intensiva de hospitales e intimidaban a los mdicos, cmara en mano, supuestamente para probar que los pacientes eran falsos, una mentira “comunista”.

Sin ministros

Mientras aumentaba el nmero de muertos, en cada ciudad se repartan las pastillas milagrosas de hidroxicloroquina (el Ejrcito, bajo sus rdenes, gast millones de reales para producir toneladas, pagando sobreprecios del 167%), a las que luego agregaron la ivermectina (otra droga igualmente ineficaz contra el coronavirus), en bolsitas de plstico y sin receta. Le decan “kit covid”. Pero no es apenas un placebo: adems de exponer a millones al contagio, la automedicacin promovida por Bolsonaro caus una cantidad inusitada de casos de hepatitis medicamentosa. El Presidente an receta ambas drogas por televisin, con su autoridad cientfica de capitn retirado del Ejrcito.

Dos ministros de Salud –Luiz Henrique Mandetta y Nelson Teich– renunciaron porque se negaban a convalidar lo que su jefe llam “tratamiento precoz”. Antes de su salida del gobierno, el gabinete del odio comenz a divulgar que Mandetta estaba comprado por el gobierno chino. O sea, que era un agente comunista. Cuando se cans y se fue, Bolsonaro dijo que su problema haba sido que, como mdico, su ex ministro estaba “inclinado casi exclusivamente hacia la cuestin de la vida”. As de explcito.

“Algunos van a morir; lo lamento”, haba dicho semanas atrs. En diversas declaraciones, se rio, se burl y hasta cont chistes sobre los fallecidos. “No soy sepulturero, ok?”, dijo en abril, cuando hubo ms de trescientos muertos en un da, que entonces pareca mucho. “Y qu? Lo lamento. Soy Mesas, pero no hago milagros”, agreg cuando ya haban muerto cinco mil. Das despus, como desafo pblico al confinamiento, prometi organizar un asado y llenar de gente la residencia oficial. Cuando murieron diez mil, se dej ver andando en jet ski.

Teich dur un suspiro como ministro. Bolsonaro ech a los mdicos que quedaban en el gobierno y puso al frente de la cartera de Salud a un general del Ejrcito, Eduardo Pazuello, que al asumir resumi cmo sera su gestin: “Seores, es simple: uno manda –dijo, sealando al Presidente– y el otro obedece”. Tambin sostuvo que las regiones Norte y Nordeste del pas estaban a salvo de la pandemia porque estn “ligadas al invierno del Hemisferio Norte”, que sera como decir que Alaska es una regin tropical. Pazuello asumi con 15.633 muertos y se fue hace pocos das, con 280 mil.

Luego de haber boicoteado el confinamiento y de haber hecho campaa contra la distancia social y los barbijos y a favor de un remedio fake, Bolsonaro eligi un nuevo enemigo: la vacuna.

Cuando el gobernador de San Pablo, Joo Doria, empez a moverse para conseguir que llegaran al pas las primeras dosis, el Presidente le declar la guerra. Doria pertenece al PSDB y lo apoy en la ltima eleccin, pero no quera ser cmplice de la masacre. Bolsonaro promovi protestas callejeras, formul decenas de declaraciones contra las vacunas existentes, una por una, y su hijo Carlos puso al gabinete del odio a divulgar fake news sobre falsos riesgos y efectos colaterales, alteraciones genticas, cambio de sexo y microchips.

As, creci el nmero de brasileos que no queran vacunarse, y el gobierno lanz otra campaa publicitaria defendiendo el “derecho” a no hacerlo. Sin embargo, el nmero de muertos y las noticias del resto del mundo convencieron a la mayora de los ciudadanos de que hay que vacunarse. Entonces Bolsonaro recurri nuevamente a la mquina pblica para boicotear la llegada de nuevas dosis, rechaz las ofertas de los laboratorios y demor las autorizaciones. Lleg inclusive a frenar la compra de jeringas para que no pudieran aplicarlas y lo celebr por Facebook.

Todas las atrocidades cometidas por Bolsonaro desde el comienzo de la pandemia, que aqu apenas resumimos, transformaron a Brasil en una inmensa funeraria, mientras el Presidente aprovechaba el caos para amenazar con un golpe de Estado, perseguir a opositores, atacar a la prensa, flexibilizar la venta de armas, fortalecer a las milicias y defender a sus cuatro hijos acusados de corrupcin. En una reunin de gabinete que fue grabada y luego se hizo pblica, discuti con sus ministros la posibilidad de un golpe militar; incluso llegaron a hablar de encarcelar a gobernadores y jueces del Supremo Tribunal Federal.

Laboratorio del virus

Tercer viaje al pasado: 1999. “A travs del voto no vamos a cambiar nada en este pas. Nada! Absolutamente nada! Esto slo va a cambiar, lamentablemente, cuando vayamos a una guerra civil. Y haciendo el trabajo que el rgimen militar no hizo: matando a treinta mil!”, dijo Bolsonaro en una entrevista en televisin que hoy parece proftica. Comenzaba su tercer mandato de diputado y, aunque ya hablaba de ser Presidente, es improbable que entonces lo creyera. Ni l ni nadie. Pero las ideas que veinte aos despus impregnan su gobierno ya estaban ah. “Van a morir algunos inocentes? –se preguntaba– Todo bien, en toda guerra mueren inocentes.”

En la puerta de su oficina del Congreso haba un dibujo de un perro con un hueso en la boca y la frase: “Desaparecidos del Araguaia: quien busca huesos es…”, en referencia a los familiares de un grupo de guerrilleros desaparecidos en la regin amaznica del ro Araguaia durante la dictadura militar.

La muerte es una referencia constante en la carrera de Bolsonaro. En 2019, cuando an no se haba desatado la pandemia ni el virus, escrib para el diario Folha: “Hay una pulsin de muerte que gua las obsesiones del Presidente: liberacin de armas y agrotxicos, incentivo a la depredacin ambiental, incitacin a la prctica de ejecuciones policiales, discurso de odio contra LGBT en un pas que mata a cientos de nosotros por ao, derogacin de las leyes de trnsito que salvan vidas en las rutas, etc. Pero era previsible. Fui diez aos corresponsal en Brasil y me sorprende que alguien haya pensado que sera diferente”. En 2017, en una visita a Porto Alegre, l mismo lo haba dicho con todas las letras: “Mi especialidad es matar”.

Volvemos al presente. Las pilas de cadveres continuarn aumentando mientras Bolsonaro siga en el poder. Segn los datos oficiales, ya son 300.000, pero se sabe que hay niveles importantes de subnotificacin. El sistema sanitario est colapsado. No quedan camas, los profesionales de la salud no dan abasto, faltan insumos y hasta tubos de oxgeno. Para colmo, el pas se convirti en una incubadora de cepas, un laboratorio a cielo abierto.

El gobierno es una mezcla de lunticos, terraplanistas, fascistas, pastores tecratas, lobbistas del poder econmico, milicianos, nazis y supremacistas blancos. La extrema derecha lleg al poder luego del mayor fraude judicial de la historia de Brasil, cuando Lula, que lideraba las encuestas, fue vctima de una causa armada por un juez corrupto con la complicidad de un grupo de fiscales y acab proscripto y en la crcel por 580 das. Ese juez, Sergio Moro, a quien los principales diarios de Brasil trataban como un hroe y hasta Netflix le dedic una serie propagandstica que falseaba su historia, dej la toga para asumir como ministro del candidato que, gracias a l, pudo llegar a las elecciones con su adversario preso.

La historia de la persecucin contra el ex presidente merecera otro artculo, pero la menciono por dos motivos. Primero, para recordar que la situacin actual tuvo muchos cmplices, que saban quin era Bolsonaro y no les import ayudarlo. En segundo lugar porque, das atrs, el Supremo Tribunal Federal, con una demora imperdonable –pero por fin– anul todos los procesos contra Lula y le devolvi sus derechos polticos. La decisin no es ajena al contexto. Tambin hubo en estos das una carta pblica de economistas y empresarios contra el gobierno y hasta los diarios que haban apoyado a Bolsonaro piden su cabeza.

Con ms de 300 mil muertos al cierre de esta nota, hasta las elites estn en pnico, y hay quienes corren a cambiar de lado antes de que la historia –o algn tribunal internacional– los llame a rendir cuentas. Sin embargo, por ahora la faccin ms corrupta de la vieja poltica brasilea, el mal llamado “Centro”, sigue frenando el impeachment contra Bolsonaro, mientras huele sangre, negocia cargos y poder y se prepara para apartarse cuando llegue el momento adecuado.

Lula puede ganar las prximas elecciones?

Es muy probable y, para muchos, una esperanza. Pero falta demasiado para octubre de 2022 y la inaccin de las instituciones brasileas le hizo perder demasiado tiempo al pas, mientras mueren entre dos y tres mil personas por da y cientos de miles ya lloran a los suyos. No es una situacin normal y no podemos actuar como si lo fuera, apenas aguardando la prxima eleccin. El mundo precisa reaccionar y ayudar a frenar esta masacre de una vez. Bolsonaro tiene que caer, y es urgente.

(*) Periodista, escritor y doctor en Estudios del Lenguaje por la Pontificia Universidad Catlica de Ro de Janeiro. Vivi diez aos en Brasil y fue corresponsal para la televisin argentina. Es autor de los libros Matrimonio igualitario (Planeta, 2010) y El fin del armario (Marea Editorial, 2017).

(**)Al momento de la publicacin de esta nota, los nmeros de Brasil: 398.185 muertos y 14.521.289 casos

Le Monde diplomatique, edicin Cono Sur

Fuente: Télam

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