“Nosotros entrenamos como jugamos. Había momentos en los que teníamos que parar los entrenamientos, porque teníamos tanta agresividad para jugar que terminábamos lastimándonos entre nosotros. Y esas cosas están buenas, totalmente. Había jugadores que llegaban acá y les decían a sus compañeros: ‘Pero, pará, ¡¡¿¿ustedes entrenan así??!!’. ‘Sí, entrenamos así’. ‘Ah, pero ustedes están locos’, respondían”.
La frase de Marcelo Gallardo no es de ayer, ni siquiera del último año, sino de una entrevista a este diario en enero de 2017. Cinco años después, con un plantel completamente diferente, el método del deté sigue siendo el mismo y su definición es de una actualidad rasante. Y trae consigo algunas consecuencias aparejadas. La primera, y prioritaria, obviamente es la intensidad con la que quiere jugar siempre su River. Por otro lado, esa identidad que se forjó en los entrenamientos provocó naturalmente más de una lesión, especialmente en épocas de doble competencia.
Ahora bien, la particularidad que tiene la idea y la exigencia de este cuerpo técnico también implica necesariamente que la gran mayoría de los refuerzos que llegan desde afuera al club tarden un tiempo en adaptarse física y futbolísticamente al CARP. Ha pasado con decenas de jugadores y ocurre también ahora: acaso esta vez sea más evidente por la cantidad de futbolistas que llegaron en el último mercado.
Y es que de las siete incorporaciones que tuvo el plantel en el verano, apenas Juan Fernando Quintero parece estar bien acoplado. No suena a casualidad: el colombiano estuvo apenas un año y medio alejado de Núñez. Y, por supuesto, en su momento a él también le llevó un semestre largo aclimatarse a todo el paquete River, que en su caso además traía la dificultad que ya de por sí tiene el fútbol argentino, bien distinto a casi todos los demás.
Hoy, y aún lejos de aquella versión de inicios de 2019 en la que se había ganado el lugar de titular con un nivel superlativo, JFQ es el más regular de los nuevos y River lo extrañó en los últimos partidos, especialmente en la noche negra del miércoles, con un CARP sin respuestas futbolísticas y sin llaves para abrir a un Tigre muy bien cerrado.
Por lo demás, aún con niveles distintos, ni Esequiel Barco, ni Tomás Pochettino, ni Andrés Herrera, ni Elías Gómez, ni Leandro González Pirez ni Emanuel Mammana aportaron hasta acá un salto de calidad al equipo. Y es bastante lógico. Alcanza con recordar casos como los del Pity Martínez, Casco, Angileri, Nacho Fernández o Borré, por citar algunos ejemplos, para darles crédito a los recién llegados: todos ellos empezaron mal y al cabo de más o menos tiempo según el caso terminaron siendo piezas importantes en el equipo.
Claro que hubo incorporaciones que rindieron desde un comienzo como Alario o Matías Suárez, pero lo normal, lo ha explicado el propio Gallardo decenas de veces, es que el proceso sea paulatino. Es más: el técnico suele incorporar jugadores para anticiparse a futuras ventas, cosa de prepararlos durante un semestre o un año para el momento justo.
Lo cierto es que, de todas maneras, quedó en evidencia que hoy falta un recambio confiable más allá de contar con un plantel a priori más amplio que otros del ciclo. Con un agravante: en el próximo receso tendrá que ajustar la mira para traer futbolistas que en la medida de lo posible se pongan la camiseta y jueguen (especialmente arriba, ya sin Álvarez). Y los que llegaron esta vez, tendrán que estar más listos. Así, todavía, no les alcanza…
Uno por uno, los refuerzos de River
Esequiel Barco. Fue de todos el que más jugó, aunque su rendimiento fue tan irregular como el del equipo, con una lesión que lo complicó a mitad de semestre. Suma tres goles con la Banda: se espera mucho más de él.
Juan Fernando Quintero. Aún sin llegar a su mejor versión de 2019, fue el más regular de todos. Aportó soluciones casi siempre que ingresó desde el banco.
Andrés Herrera. Apareció como titular antes de lo que Gallardo hubiera planificado por la grave lesión de Robert Rojas, que estaba cumpliendo en el puesto. Alternó partidos correctos, con goles incluidos, con otros flojos. Debe mejorar mucho en la marca y en la finalización de las jugadas.
Tomás Pochettino. Un gran partido contra Sarmiento en Junín con un golazo desde afuera y poco más. En los últimos encuentros fue titular ante una merma de nivel de Santiago Simón, pero aún no logró asentarse en el 11.
Elías Gómez. Por ahora está lejos del nivel que mostró en Argentinos Juniors. Con fallas en la marca, hasta acá tampoco fue decisivo en ataque por la banda izquierda cuando le tocó jugar.
Contra Platense le hicieron el penal del 2-1 (AFP).
Leandro González Pirez. Por errores puntuales como el del superclásico que terminó en gol de Villa o el desacople compartido con Centurión, todavía no justificó su regreso. Había arrancado bien y a partir del partido con Boca su nivel cayó mucho.
El central que llegó desde Miami empezó bien y luego cayó en un pozo (AFP).
Emanuel Mammana. De los siete refuerzos, fue el que menos jugó: sólo vio acción en tres partidos. Aún sin ser descollante, se lo vio bastante mejor como lateral derecho que como líbero en aquel primer tiempo con Platense. Necesita rodaje para mostrar su jerarquía.
Mammana, el que menos rodaje tuvo hasta ahora (Prensa River).
Fuente: Olé