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Memoria, Verdad y Justicia: una identidad con pañuelo blanco

Reflexión a 45 años del último Golpe de Estado cívico-eclesiástico-militar de la Argentina. La luz más esperanzadora salida del horror.

“Y si el mundo sobrevive, los profesores de historia explicarán el siglo XX a través de sus símbolos: mostrarán a sus alumnos la botella de Coca-Cola, la pelota de fútbol, el televisor, la computadora, la bomba de neutrones. Y para explicar la dignidad, mostrarán el pañuelo blanco de las rondas de Plaza de Mayo.”

A la hora de hablar de identidad, se sabe de la complejidad y de la amplitud con las que cualquiera se puede encontrar. Hay muchas perspectivas muchos caminos diversos para explorar y profundizar.

Pero, para que se pueda hablar de identificaciones es necesario, indivisible, esencial el poder hacerlo. Y no todos los argentinos ni todas las argentinas pueden -lamentablemente- decir eso.

La familia, los primeros círculos sociales, la infancia, las iniciales experiencias y relaciones realizan construcciones fundamentales del ser, sean del índole que sean. Hay algo biológico y algo cultural que sigue, que se transmite y moldea artesanalmente a cada persona en los primeros pasos mundanos.

Durante la última dictadura cívica-eclesiástica-militar, de una manera sistemática se quisieron exterminar, erradicar, extirpar ciertas ideologías, formas de vida, proyectos, valores. El seno familiar es un lugar propicio por excelencia para estas cosas. Por eso, la apropiación de centenares de bebés -ahora adultos/as- tenía como fin el borrar una historia para dar lugar a otra artificiosa, falaz, forzada y cruel.

Sea ese, u otro el por qué, la Historia y la Memoria no pueden extinguirse ni maniatarse. Están. Estarán. Y las que construyeron en gran parte esta idea, esta enunciación, a quienes se les debe tanto si de Identidad se habla, son las inmensas Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. ¡Qué marca es identidad si no son las Abuelas! Mujeres que son pueblo, que son nosotros y nosotras. Son una brújula, una guía, un significado, un símbolo de amor nacido de lo más oscuro de los infiernos. Ellas son parte de nuestra identidad cruzando los océanos, las fronteras, en el otro extremo del mundo incluso.

Crearon un Índice de Abuelidad y un Banco de Datos Genéticos único en el mundo, con un propósito que las y nos trascenderá. Porque hasta la fecha encontraron 130 historias, memorias, partes de su ser expropiadas. Porque no paran y porque estarán siempre del lado de las identidades, de los derechos.

La identidad no se puede borrar. Pueden querer eliminarla, suprimirla, descanecerla incluso. Pero no. Son «estas cosas interiores que lo hacen a uno y me hacían sentir diferente…» confiesa el nieto restituido Horacio Pietragalla.

No se pudo borrar el registro de la Memoria, por más intentos vanos que se hayan hecho.

La causa del Derecho a la Identidad es fundamental, es un Derecho Humano. Que todos y todas sepamos quiénes somos debe ser una bandera de lucha social.

Se debe volver al pasado desde el presente y para el futuro.

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