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Vivir en tiempos de odio masivo

«Que los ruidos te perforen los dientes,
como una lima de dentista,
y la memoria se te llene de herrumbre,
de olores descompuestos y de palabras rotas.»

Oliverio Girondo

El odio puede considerarse un sentimiento innato del ser humano, un estado de pura cepa instintivo pero su direccionamiento depende de una construcción cultural. La violencia y la ira se utilizan en el vulgo como sus sinónimos, pertenecientes a un mismo campo semántico instalado.

En la historia humana, por el odio se han desatado guerras, genocidios, exclusiones, asesinatos, un estado de condena, de censura y de exclusión con límites fuera de toda lógica salvo la propia, la de quien arremete.

Sin embargo, como protagonistas vivientes de esta y no otra medida temporal, es preciso analizar el problema, gran problema, con los recursos propios, con el contexto reinante y las sociedades que lo protagonizan.

La cuarentena obligatoria y sus posteriores flexibilizaciones devenidas en distanciamiento social han generado gran impacto en la condición humana. Perder el vínculo familiar, renunciar a la sociabilidad, tener preocupaciones económicas constantes y una incertidumbre sobre el futuro a mediano y largo plazo para un bienestar de toda persona pueden originar, sin dudas, una situación constante de estrés que suele descargarse en malhumores, tensiones y, porqué no, en emociones más extremas. El cambio brusco de una vida tal y cual la conocemos por algo que, en mayor o menor medida nadie esperaba, nadie ansiaba como futuro prometedor ahora condiciona por completo nuestras vivencias.

Esto, sumado a la sobreinformación constante, las intenciones ocultas -y no tanto- de la misma, el deseo de expresión, la tentación del anonimato, de la llegada masiva que hay en las comunicaciones virtuales y una agenda pública destinada a intensificar cada mínima posibilidad de rispidez representa un panorama, sino oscuro, absolutamente abrumador.

Sin detenerse en los ya conocidos alcances y efectos de la televisión aun vigente, es imposible negar la transformación de las comunicaciones que generaron las redes sociales en los tiempos que corren. Sus tiempos, dinámicas y jerga particular, sus formas de comunicar, de informar, debatir, mentir, insultar, construir a través de -sobretodo- Facebook y Twitter, permiten apreciar en términos generales, un ambiente de odio virtual, una nueva forma de rechazo, de violencia que crece a pasos agigantados y desgasta a cualquier sociedad.

Los estragos del odio que circula online se conocen pero no se internalizan aún cuando se adentra cada día en los hogares, ahora encima, vulnerablemente interconectados y a su vez, enajenados. Este odio pantalla mediante tiene su correlato en la realidad callejera: movilizaciones con mensajes violentos y deseos de muerte, discriminación y ataques a lo diferente, a lo que no es, ni piensa, ni vive como yo. La irresponsabilidad de representantes políticos, sociales y mediáticos que también perpetúan estos discursos.

Ocurre a nivel mundial, y nuestro país, nuestras comunidades no escapan de esta lógica. Ningún ámbito ni sector está inmune a los mensajes de odio difundidos con inmensa rapidez y con una repercusión que, intencional o no, exacerba las diferencias a tal punto de considerarlas insuperables.

Transitamos un tiempo de consumo diario de odio, se quiera o no. Tiempos de intolerancia, de la repulsión hacia el otro, del individualismo como máximo estandarte y un capitalismo que cada vez aumenta cada vez más la brecha de la desigualdad, llegando a límites escandalosos.

Los mensajes de odio trasmitidos y fortalecidos son anteriores y no consecuencia de la pandemia mundial, pero este parate en medio de un ajetreo inconsciente y rutinario, podía traernos -como cambio esperanzador dentro de tanta enfermedad y muerte- un momento único de reflexión, de replantear las sociedades, sus relaciones y comunicaciones, de reivindicar y apostar por un futuro diferente, mejor. Más solidario, más comunitario, con menos avaricia y más bienestar social para las personas. ¿Se estará dejando pasar un momento único, la tan ansiada oportunidad a causa de un ya enraizado e indomable odio en las sociedades?

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